Pues sí: todo se reduce siempre al problema de las gracias y desgracias del ojo del culo.
Yo no soy una persona normal (ni pretendo serlo). Lo normal es aburrido. Por lo cual confieso abiertamente que me fascina verle el ojete a Pepino. Supongo que a la mayoría de las mujeres no les interesa para nada el ano de su pareja. A mí, en cambio, me encanta verlo, tocarlo y jugar con él. Ese orificio redondo y seco, tan cerrado en sí mismo.
Por otro lado, y como decía don Francisco de Quevedo, hacemos mal en menospreciar ese oscuro hoyo. Pues, según sus propias palabras, sin los ojos de la cara un ser humano puede vivir, pero nadie sobrevive sin el ojo del culo.
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