Una de las experiencias más traumáticas de la infancia de Pepino fue que, en una ocasión, en la casa de sus abuelos y cuando ya no era tan pequeño (tenía siete años) lo obligaron a usar una bacinica. Y no fue en un sitio privado, sino en un corredor donde todo mundo podía pasar. Y pasaba.
Ese es el tipo de cosas que se deben exorcizar convirtiéndolas en representación.
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